EL MUNDO continúa en proceso de reacondicionamiento, después de cuatro años de la Covid 19.
Los científicos lograron controlar el virus, que nos obligó a refugiarnos entre cuatro paredes. Al menos, lo alejamos mentalmente, porque dormir con el enemigo es sentir que nos acecha la muerte.
Quienes logramos salir con vida, podemos contar lo que sucedió durante este fenómeno, que no ha desaparecido: ahora la pandemia es financiera, la que tiene nerviosa a la humanidad, que hace ingentes esfuerzos por recuperar lo perdido: rescatar la productividad y los negocios.
Las secuelas de este mal, considerado como el más letal de los últimos 100 años, nos trasnochan, ahora estamos amenazados por la escasez de alimentos y de elementos básicos.
Los países que lo tienen todo, también están sintiendo la crisis; de ahí que Estados Unidos y China manejen a su antojo la economía, aprovechando las necesidades de las naciones subdesarrolladas, que son dependientes de créditos, materias primas y artículos esenciales.
Colombia figura en ese grupo que depende del qué me prestan, situación que marchitó la expansión industrial y comercial, por carecer de una política de desarrollo que permita ser más competitivos.
La industria de la moda: curtidores de cuero, fabricantes de calzado y artículos en cuero; textileros, confeccionistas y afines, posee una envidiable capacidad, pero carece de una infraestructura sólida, que le permita entrar a los mercados, en los que la calidad, el diseño y materiales naturales: cuero, algodón y fibras, se consumen masivamente.
¿Cómo llegar a los super mercados? Es una pregunta recurrente, con pocas respuestas. La productividad en Colombia se concentró, en cuanto a proyectos, en la clase política, que no tiene en su libreto el engrandecimiento y protección de lo nuestro.
Los zapateros y confeccionistas sobreviven por la inteligencia y persistencia de los micro, fami y pequeños empresarios, quienes son grandiosos y deberían ser considerados de interés nacional, lo cual les garantizaría recursos para que sus emprendimientos no sean flor de un día.
Quienes les seguimos la huella a los productores de calzado, vestuario y similares, quedamos asombrados, cuando quienes planifican dicen que la industria de la moda es y será fortalecida, que existen recursos para tal fin, lo cual emociona, pero no se refleja en los sectores, situación que tiene en calzas prietas a los protagonistas, que continúan pensando que aquí hay gato encerrado: que el gobierno nacional y en las regiones, quienes sacan provecho son los contratistas (quienes no saben de moda), que mediante cursos virtuales y ferias relámpago, aseguran que están trasformando la economía barrial, que es una diosa, no solo por sus tendencias, también generan mano de obra, que beneficia a miles de madres y padres cabezas de familia, a quienes mencionan, pero no figuran en la agenda de los doctores del desarrollo, que realizan alianzas con quienes manejan a su antojo los dineros, que tendrían que llegar directamente a quienes le dan identidad a la moda colombiana.
Se tienen tanta confianza los intermediarios, que se dan el lujo de pasar por alto el pre de los eventos, que requieren divulgación para que los negocios fluyan. Es que por las redes sociales les llegamos a los comercializadores y compradores, dicen los responsables de hacerle saber a la clientela el por qué las exposiciones y lugares donde el vestuario hecho con manos colombianas son pura elegancia.
Hoy, la zapatería y las confecciones han clausurado entre un 85-90 por ciento actividades, por carencia de capital de trabajo, escaso consumo y garantías para competir, que, sumados a la informalidad, los tiene en el limbo.
El contrabando, la competencia desleal, el poco entusiasmo de las nuevas generaciones por seguir los legados y la mínima rentabilidad están llevando a que a los inversionistas de la industria de la moda se les continúe reventando el hilo.
El zigzag, además, no está encontrando en el SENA, la institución que se ponga en los zapatos de los empresarios, como en el pasado, cuando quienes saben de zapatería y confecciones buscaban perfeccionarse, mientras que para los jóvenes era un honor especializarse… era una profesión.
Ahora estudiar zapatería y confecciones no llama la atención, lo cual es lamentable. Ha llegado a tal instancia la situación, que los fabricantes de zapatos y ropa preparan a sus operarios, aplicando el “Aprendiendo – Haciendo”, no creen en el SENA, al que quienes lo manejan convirtieron un fortín en tercerización de cursos y burocracia, gastan millonadas.
La industria de la moda, merece muchísimo respeto.
Presidente Gustavo Petro: su señoría prometió engrandecer a los zapateros y confeccionistas del Barrio Restrepo de Bogotá y de Colombia. ¡NO LO OLVIDE!
REFLEXION: Industria de la moda merece respeto y respaldo
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