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Foto del escritorJOSÉ YESID ÁNGULO CAMPOS

¡OJALÁ QUE NOS VAYA BONITO!

En medio de las vicisitudes y angustias por los contagios, el desarrollo económico debe continuar, cuidando cada uno la vida.



Estaba escrito: durante el fin de año, a la gente se le olvidaría, por un momento, lo del virus, para darle rienda suelta a las fiestas decembrinas, sin importar lo que viniera después.

Lo increíble es que las autoridades, una vez más, se dejaron presionar por ‘organizaciones’ que se las dan de eruditos de la economía, y ahora también de la salud, mientras logran su cometido, y luego se agazapan mientras pasa el temporal, para salir a decir: somos héroes del desarrollo industrial y comercial, burlándose del dolor ajeno, sin sentir en carne y hueso que la dinamización financiera continúa siendo a medias y sin zapatos.

Ha sido la táctica de unos pocos, que aprovechan la debilidad estatal y el poder político-monetario, para manipular con tesis distractoras a los gobiernos nacional, regionales y locales, que les dan vía libre a programas transitorios que, en vez de bienestar, se convierten en terror, muerte e incertidumbre. La economía no es como la describen, atraviesa por duros momentos… la gente está desplatada y súper endeudada: la Navidad les barrió los bolsillos y comenzaron el 2022 con saldo en rojo.

El 2020 y el 2021 serán recordados por la crueldad de la pandemia, que nos tiene en aprietos. Lo que nos espera es impredecible, por lo que es necesario actuar con coherencia, responsabilidad y cálculo. A partir de allí, que resista quien pueda. Al Covid-19 se le sumó el Omicron, que tiene a la gente mirando al cielo, suplicándole a Dios que los científicos descubran fórmulas bien efectivas que ayuden a detener el misterioso contagio.

El Covid-19 arrodilló a las potencias: los chinos están azarados; Estados Unidos se desvela por mantener su hegemonía, y los demás países están expectantes, a la espera de los movimientos de los asiáticos, que proveen el mundo de insumos, materiales y artículos terminados, que son básicos; y los americanos cautelosamente aplicando lo que más saben: demostrar que son el número uno, sin dejar ver sus debilidades; con dinero arreglan lo que sea.

Lo que está pasando, algún día, con virus o sin él, tendría que suceder, se les escucha a los estudiosos del planeta, quienes se lamentan de cómo la mayoría de naciones se amoldaron a la dependencia, dejando atrás lo tradicional, que fue exitoso hasta cuando los mandatarios permitieron que se debilitara (acabe paulatinamente) lo hecho, por ejemplo, con manos colombianas (calzado, ropa e insumos), para abrirles las puertas a los productos chinos, muchos de ellos con marcas estadounidenses, pero con origen de la tierra del Sol Naciente.

Aunque es tarde, habrá que rescatar lo autóctono. Colombia, en medio de las vicisitudes, tendrá que fortalecer las estructuras y ser líder en competitividad, caso del sistema moda, que, con cuero, calzado, marroquinería; textiles, confecciones y afines, tiene mucho que ofrecerle al mercado local y para exportar.

Pero continúa en cuidados intensivos por la encerrona que le montaron a la base de la productividad, que no es tenida en cuenta para nada… los programas están diseñados para las grandes empresas. Así, es y será difícil dar pasos seguros, lo cual es fatídico para zapateros y confeccionistas.



El 98 por ciento de la mediana economía está concentrada, entre otras líneas económicas, en las micro, famis y pequeñas industrias del calzado y confecciones y afines, que, en su mayoría, hacen parte de la informalidad. Los mini mecenas de la moda les temen a los impuestos. El Estado los clasifica como con capacidad de aportar, pero la riqueza de ellos no es monetaria, está representada en la generación de mano obra, en un incuantificable empleo, que solo lo valoran los comercializadores, que les compran barato y al contado, que saben que en cada uno de los zapateros y fabricantes de ropa hay un tesoro de la industria, quienes con garantías de impuestos moderados, tienen la capacidad de dar miles de puestos de trabajo más, que es lo que tanto requiere la otra Colombia, la del estrato Cero al Tres, a la que pocos miran; allí está parte de la solución con motores listos para encender, dispuestos a aportar el granito de arena para terminar de una vez por todas con el distanciamiento entre los de arriba y los de abajo.

Las inmensas brechas tienen de por medio intereses políticos y de tercerización, que favorecen a contratistas y operadores, quienes al final de cada ejercicio se quedan con los recursos, valiéndose de estrategias que no coinciden con lo que requiere la mediana empresa para salir a flote… con cursos y discursos, la plata no llega a los destinatarios, a quienes la pandemia despertó, creándoles muchas más necesidades e inquietudes respecto a quienes están llevando las riendas de la Nación.

Cuando dicen que a nivel país se han invertido 25 billones de pesos en fortalecimiento de empresas de todos los tamaños y sectores, la mayoría que no ha recibido tales beneficios se pregunta: ¿En qué país sucedió eso? No fue a los zapateros y confeccionistas, quienes durante los casi dos años del virus han vivido un verdadero calvario.

En el caso de Bogotá, el apoyo a microempresarios es de más de 5 billones de pesos, de los cuales, con contadas excepciones, los industriales de la moda han visto un centavo y un grano de arroz. Lo que indigna es que en las rendiciones de cuentas aparecen gastos en transformación de la zapatería, mediante cursos y cátedras de manera virtual. Que es válido, pero está lejos de la solución que requiere la industria de la moda.

La academia es indispensable en los procesos del calzado y confecciones, pero ¡no seamos tan ingenuos! Los zapatos no se hacen a distancia… el calzado lo confeccionan personas especializadas, que les dan tratamiento a los cueros, a las suelas y a las capelladas hasta que logran hacer un producto que enamora pies.

Los actores del sistema moda: curtidores de cuero, calzado, confeccionistas y afines, no quieren más procesos distractores… enredadores; sueñan con planes en los que se vea el dinero para inversión, en efectivo; en tecnología y materiales. Lo demás, será ‘pajarilla’ barata, que está de moda en época preelectoral, en la que los políticos se acuerdan que existen curtidores de cueros y zapateros; textileros y confeccionistas, para que les den el voto y después desaparecen, dejando en el recuerdo: ¡El yo presentaré un proyecto para que la industria de la moda tenga prioridades, por ser un sector generador de empleo, bienestar y economía!

Los políticos que nos han engañado están en nuestras retinas; por ellos, nada. Muchos están en coaliciones, los tenemos identificados… la traición nunca se olvida, y más cuando está en juego la calidad de vida, se les escucha a quienes se han dejado llevar por el TPC (tamal, pan y chocolate) y están recibiendo más miseria por no saber elegir.

No podemos darles más poder a quienes se convirtieron en nuestros verdugos después de conquistar el trono, puntualizan quienes algunas veces votaron deseando un mejor mañana y están con la soga al cuello, pensando en cómo quitarse de encima a unos indolentes que armaron sus fortines con los recursos de los impuestos que pagamos, entre ellos, la plata que le pertenece al sistema moda, señalan quienes le han dado identidad a la industria del calzado y confecciones de Colombia y ven cada vez más complicada la opción de recuperar lo perdido, por no contar con verdaderos dolientes en el alto gobierno, que defiendan el derecho a hacer empresa, y con ella la ocupación, que se salió de la horma, por el hasta luego de miles de micros y famiempresas.



Es urgente revisar quiénes llevan la vocería de la Cadena Productiva del Cuero, Calzado, Marroquinería; Textiles, Confecciones y Afines. Muchos por mostrar un liderazgo, le dicen sí a todo, crucificando los intereses de un conglomerado, que requiere representantes educados y pulcros, que luchen por el bien colectivo, no por sus beneficios personales.

¡Ojalá que nos vaya bonito!, reza una canción del inolvidable Vicente Fernández, quien, desde el 12 de diciembre pasado, les canta al Señor Jesucristo y a San Pedro. ¡Que así sea recordado ‘Chente’!

El 2022 será excelente, siempre y cuando los zapateros, confecciones y afines, tomen conciencia de que, organizados, darán pasos y puntadas que marcarán huellas; de lo contrario, no saldrán de la humillación en que los tienen sumidos unos avivatos, por no querer entender que el Estado somos todos y que de lo que damos, nos dan.

Zapateros y confeccionistas: el acorte de brechas no solo está en el diseño y fabricación de prendas de vestir; la parte mental es esencial para que el cambio no sea una teoría, sino una verdad de a puño.

El sistema moda se ganó un sitial y lo tiene que hacer respetar. No olvidemos que nos espera un nuevo gobierno y si no somos inteligentes continuaremos siendo cómplices de una pobreza, que hemos ayudado a generar por ser conformistas y creerles a los mentirosos de cuello blanco.

Señor presidente Iván Duque Márquez, no termine su mandato sin cumplir la promesa que les hizo a los zapateros, confeccionistas y afines… de ubicarlos en la cúspide del desarrollo empresarial, que por el momento no se ha visto.

Le he creído y le creeré hasta cuando realice el trasteo de la Casa de Nariño. Sería una frustración, doctor Duque, constatar que a los actores del sistema moda: zapateros y confeccionistas, otro gobierno los dejaría con los crespos hechos y sin esperanzas de un mejor porvenir.

Para las grandes obras, solo se requiere decisión… y dinero. Lo demás, correrá por cuenta de quienes fabrican guantes para los pies y ropa para embellecer el cuerpo.

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