LA VIDA ES UN MOMENTO
Los zapateros tienen medido el ritmo de las personas y, sin ir a Harvard, aplican conocimientos
La sabiduría no necesariamente se adquiere en los centros educativos. Los seres humanos nacen con un chip que les permite alcanzar objetivos inimaginables que, en el caso de los zapateros, pareciera que desde el vientre de sus progenitoras les permite caminar pensando en cómo llevarles felicidad a sus semejantes, fabricándoles zapatos, para que no les lastimen los pies, que son el soporte del cuerpo, y por ende deben llevar el peso, sin importar el terreno, el clima y la distancia.
Los zapateros, en su mayoría, son empíricos. Fabrican calzado adivinando el gusto de los consumidores; de ahí que se diga que carecen de nivel cultural, por no haber pisado las aulas de los centros de formación, que escasean en Colombia y, si existen, no les dan la talla a quienes a lo largo de los años han aplicado sus saberes, contrario a los hoy considerados catedráticos, que en el pizarrón son maestros, pero en la práctica no saben cómo se cose una capellada, cómo se aplican los adhesivos y cómo se monta un zapato, el cual, pese a los avances tecnológicos, se continúa haciendo básicamente a mano, a no ser que se tengan las máquinas que agilizan procesos, y ni así, porque las manos del hombre son indispensables… la tecnología no se mueve sola, requiere, por donde se le mire, de los hombres y las mujeres.
LA RENOVACION
La generación de zapateros de antaño que le dio identidad a la industria, está pasando de moda, y lo triste es que las nuevas generaciones, con contadas excepciones, no quieren saber nada de la producción de calzado. Los jóvenes que dicen ser zapateros, no fabrican… ensamblan… encuentran las piezas para armar, y aplican la más fácil: mandan a hacer, valiéndose de los llamados satélites, que también tienden a desaparecer; se desgastan mucho y ganan poco, sin opciones de dar el gran avance por las altas inversiones que se requieren para poner a funcionar una planta de producción.
El hoy y el mañana de la industria del calzado son un bumerán, no se sabe dónde irán a aterrizar, por la carencia de mano de obra. La generación que hizo historia se envejeció, y difícilmente habrá quien la reemplace con el mismo ímpetu, dedicación y entrega que se añora, pero no hay nada que hacer: quienes aún persisten, de la vieja guardia, en el negocio del calzado, buscan afanosamente cómo involucrar a sus hijos, yernos, nueras y nietos en un arte que, bien orientado, era y es lucrativo si tiene raíces administrativas bien construidas, en el que ‘hagamos a ver quién nos compra’ no va más y entre a imperar la organización, en la que es indispensable el cuánto invierto y cuánto gano, y hasta donde la inversión da para sostener las responsabilidades contractuales, que en esta época no admiten términos medios en parafiscales, empleo formal y una cantidad de compromisos, para lo cual es necesario tener ingresos que, además, permitan el ensanchamiento de las empresas para tener respuestas rápidas y bien hechas; de lo contrario, el mercado se les escapa y en vez de recibir buenos dividendos, resultan endeudados y en la pobreza, como le está pasando a la mayoría de zapateros colombianos, que no quisieron andar acorde con la renovación en todos los aspectos y, como diría Jorge Barón, ‘la patadita de la buena suerte’ se les convirtió en un puntapié y… fuera, dejando inmensos vacíos, que se podrían volver a llenar siempre y cuando entiendan su rol empresarial. El gobierno tendrá que respaldar la base de la industria zapatera, que no encuentra salidas.
En la búsqueda de fórmulas que le devuelvan el protagonismo a la fabricación de calzado, juega un papel importante el Sena, que llegó a ser considerado como el mejor del mundo en las áreas de guarnecer, cortar un cuero milimétricamente, sin desperdiciar un centímetro, cómo montar (solar), cómo aplicar los pegantes, según el material y tipo de suelas, que dejaron de ser de su resorte y, si lo hace, es a medias. Los administradores desde los escritorios creyeron tenerlo todo bajo control y le perdieron la huella, causándole un grave daño a la industria zapatera de Colombia, que en vez de avanzar retrocede.
UN AISLAMIENTO
Los cursos señalan huellas, mientras que una preparación integral orientada por profesionales que sepan del oficio, rescatará una fuerza práctica y académica que está subutilizada en los salones y bodegas. Para no ir muy lejos, en el Sena de la Avenida Primero de Mayo con Carrera 30, a 10 cuadras del barrio de los zapateros: el Restrepo, no se ve la acción de esa institución. A veces, realizan campañas sobre cursos de calzado, pero pocos atienden las convocatorias que, vergonzosamente, hacen a través de carteles fotocopiados, que pegan en las paredes, contaminando el espacio público.
En fin, lo que está pasando entre la industria del calzado y el Sena, es más que lamentable. Y pensar que la otrora ‘Universidad de los Pobres’ maneja un presupuesto millonario, pero pocos han podido explicar en qué invierte los recursos y, según fuentes, es gastado en una cantidad de personal; es un fortín político, donde aterrizan los busca votos.
Mientras el Sena se continúe manejando bajo criterios politiqueros, será difícil que sectores como el calzado encuentren quién les enseñe a quienes aún creen que esta institución, con un cambio extremo, podrá convertirse en la Universidad del Sistema Moda, como lo tiene contemplado en su plan de gobierno Gustavo Petro, para quien los zapateros y confeccionistas deben tener una atención especial, por su contribución al desarrollo socioeconómico.
EL ZIGZAG
Por eso, los Zasca para confeccionistas y zapateros de Bogotá serán reabiertos en Ciudad Bolívar, el Policarpa y el Barrio Restrepo, respectivamente, con el liderazgo de Inmpulsa Colombia, que capitanea Hernán Ceballos; el aporte del Sena, que dotará estos centros con tecnología, y la Universidad del Bosque, que será el operador.
El Plan Zasca, concertado entre los actores del calzado, ropa y los responsables del programa, será exitoso. Es un modelo empresarial que le dará mucha más identidad a la industria de la moda, que genera millones de puestos de trabajo.
Es oportuno recordar que, durante la Alcaldía de la Bogotá Humana, Gustavo Petro, por primera vez en la historia, les diseñó un programa a los zapateros del Restrepo, lo mismo que a los confeccionistas del Barrio Policarpa y de Ciudad Bolívar, que perfeccionándolo, será benéfico, especialmente, para los micro y famiempresarios, que hacen ingentes esfuerzos por sostener sus emprendimientos, atendiendo los dos frentes: produciendo y vendiendo… comercializando.
EN EQUIPO
Lo que le espera al sistema moda es, según expertos, bastante bueno. La incertidumbre está en cómo se diseñan equipos, en los que la experiencia de los que saben hacer se complemente con los académicos, quienes deberán valerse de metodologías inteligentes, para que sean interpretadas por quienes son maestros frente a las máquinas y consideran que la práctica, es la que vale.
Hoy, quienes en el pasado fueron protagonistas del Programa Zasca, se hacen una pregunta: ¿Quiénes serán los catedráticos en los talleres de confecciones y de calzado?
Quieren estar de tú a tú con quienes dicen saber cómo hacer, cómo comercializar y cómo llegarle al consumidor final. Los profesores son más teóricos que prácticos y allí es donde está la diferencia con los alumnos, que buscan eficiencia en todos los aspectos.
El que sabe producir una prenda de vestir y un par de calzado, siempre tendrá la ventaja, mientras que el profesor se basa en teorías, para generar una trasformación.
Lo único cierto, es que el Plan Zasca para confecciones y calzado pretende darle la importancia que merece la industria de la moda.
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