EL PODER… ADQUISITIVO
UNO de los parámetros más significativos en una economía de mercado es la capacidad de adquirir bienes y servicios. La medida que se usa en la mayoría de los casos es el salario mínimo.
En medio de una cascada de alzas nuestro país comienza a sufrir un duro y tortuoso proceso inflacionario. De la mano van una incertidumbre política evidente y el escepticismo de los inversionistas. No hay confianza ni los costos de las materias primas ayudan al gremio y a Colombia. Muchos aducen que es un fenómeno mundial, pero eso no atenúa las vicisitudes que padecen fabricantes y comercializadores nacionales de calzado y afines.
Al recorrer los centros comerciales se notan aspectos complicados. Por una parte, los precios desorbitados de las manufacturas, la escasez de compradores y los costos insostenibles de arriendos, nóminas, carga impositiva y demás. Mientras tanto las aplicaciones y los grandes vendedores que a través de ellas ‘muerden” el mercado se tornan en un peligro inminente.
Es difícil comprar cuando el valor de un par de zapatos confeccionados en el país cuesta la tercera parte de un salario mínimo y las grandes marcas mundiales te ofrecen en sus tiendas virtuales productos originales por un precio mucho menor.
Gran parte de la demanda se ha desplazado hacia allá por la facilidad que te dan un teléfono móvil y una tarjeta de crédito. Aunque en un principio no tuvieron acogida ahora las ventas virtuales de las grandes empresas internacionales crecen como espuma. Los productores y comercializadores locales comienzan a sentir pasos de animal grande. Pelea de tigre con burro amarrado. Mientras un par de tenis cuesta en el mercado local $ 600.000, ese mismo par en la aplicación de la multinacional vale la mitad puesto en casa del comprador.
La capacidad de compra del colombiano promedio se desplomó. Es algo tan cierto que todos lo vivimos en carne propia. Un hogar con padre, madre y dos hijos tiene que generar ingresos familiares por más de cuatro millones de pesos mensuales para pagar arriendo, comida, colegios, servicios públicos, ropa, zapatos, transporte …etc.
No se necesita ser muy inteligente para saber cuales son las prioridades en los gastos. Cada centavo se mide y se usa con mucho cuidado. Los zapatos y otras manufacturas son sacrificados porque no son esenciales. No se trata de culpar al fabricante pues a él los costos lo tienen contra la pared, le queda complicado competir en una economía inflacionaria con escaso poder de compra y unas tiendas virtuales monstruosas que se quedan con todo.
¿Qué alternativas hay? ¿Cómo contrarrestar las amenazas externas? Son interrogantes complejas que deberían responder los gremios nacionales asociados en tantas y tan diversas instituciones. Llegó la hora de que hablen menos, aporten más e incidan en las políticas gubernamentales.
Llevamos cerca de treinta años decreciendo. Queda muy poco de los gloriosos años ochenta. Los que conocimos esa época sabemos la enorme cantidad de empresas emblemáticas, generadoras de empleo y bienestar social que desaparecieron. El contrabando, el lavado de activos y una salvaje e infame apertura económica en el año 1990 les dieron el tiro de gracia.
Un amigo chileno me comentó que en su país y en Argentina ya no hay fábricas de manufacturas en cuero. Todo llega de China y Brasil. Ahora, con la inteligencia artificial, las aplicaciones y las facilidades que ofrece el teléfono celular, estamos muy vulnerables y para no caer en las crisis de los países vecinos tendremos que transformar a un enemigo potencial en una oportunidad de crecer y no desaparecer.
En medio de una realidad política, social y económica complicada es indispensable buscar alternativas y usar las nuevas tecnologías para seguir vigente. Eficiencia y productividad, reducción de costos innecesarios, automatización y canales de ventas de vanguardia, diseños e innovaciones.
La globalización de la que tanto se hablaba ya está aquí y no queremos ser los damnificados de ese huracán que amenaza con arrasarlo todo. La forma de comprar, vender, producir y relacionarnos cambió. No hay vuelta a atrás.
Espero que nuestro gremio logre sobrevivir, crecer y hacerse sólido ante un reto descomunal. Esa es la meta y no debemos ser inferiores al desafío. Buen viento y buena mar.
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