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Pido la palabra

Calzado de Colombia es un tesoro

EL SALDO EN ROJO


EL HOY es sombrío y el mañana es impredecible: todo depende de la mentalidad y actitud de quienes ejercen el noble oficio de la zapatería y afines.

El primer semestre de 2024 ha sido durísimo para los industriales del calzado de Colombia, quienes a estas alturas tienen las bodegas llenas de inventarios, por la decisión de los comercializadores de no recibir mercancía hasta que no mejore la situación. Yo le aviso cuando me traiga. El consumo es mínimo, dicen quienes hicieron pedidos en la IFLS de febrero y les mandaron a fabricar a los maleteros, que recorren el país buscando pedidos, quienes antes regresaban con los talonarios llenos y ahora no son docenas, sino pares los que logran negociar, sin ninguna seguridad de compra. Son negocios de palabra, al estilo zapatero… en el que impera la confianza, que también se ha ido deteriorando.

El desastre de la industria del calzado estaba caminando, y no debería sorprender, se sentían pasos de animal gigante por el desorden del sector, que es precioso en productividad, pero débil, carece de solidaridad: cada uno hace lo que le parece, y lo más delicado: un 98 por ciento de los zapateros no son visibles, le huyen a la responsabilidad empresarial, prefieren perder dinero, siendo satélites. No les muestran a los consumidores las genialidades, con sus propias marcas.

Eso de que ‘es que yo le producía a tal comercializador y ahora no me compra, ni a precio de (huevo)’, los está marginando del mercado. En los almacenes, tiendas y boutiques les exigen, al menos una Cámara de Comercio y el RUT, y como no tienen ningún documento, pues a recoger café con linterna.

Lo que se está viviendo es una lección para los zapateros, especialmente para los veteranos, que, si desean continuar, deberán legalizar sus emprendimientos.

De lo contrario, seguirán dando pasos que los llevarán a dar más resbalones, por resistirse a estar en la horma del tengo que estar a la vanguardia, no solo de tendencias, sino del sistema de producir, mercadear y ser industrial. Ellos son conscientes de como es ser empresarios de pies a cabeza, con derechos y obligaciones, que les permitan, tanto a nivel nacional, como internacional, competir sin ninguna clase de restricciones… la legalidad vende y quien no se someta sale porque sale del sector, que es, según estudios y testimonios de los mismos zapateros, con mercados asegurados. Nadie caminará descalzo y con el cuerpo al desnudo. El vestuario es obligatorio en la sociedad, que al ver tanta variedad tiene la opción de elegir entre lo bueno, regular y malo; hecho en Colombia o traído del otro lado.

Vamos de mal en peor, por culpa de los mismos fabricantes de calzado que, con excepciones, no han entendido que la competitividad no solo depende de la calidad, diseños y precio, sino de una organización idónea, que ha sido una piedra en el zapato.

La trasformación no da más espera: dan el paso adelante o la zapatería de Colombia será borrada del mapa. Los actores prefieren sacrificar sus negocios antes que ponerse al día, no tanto en tendencias, sino en reglas de lo que es tener una verdadera empresa.

Es fascinante observar a los operarios y dueños de talleres fabricando zapatos. Lo hacen con una propiedad que causa envidia, pero de la buena.

Sin embargo, al mismo tiempo, nos preguntamos ¿y por qué tanta angustia y pobreza si aplican los mejores conocimientos para satisfacer a los consumidores?

Es una cuestión mental. San Crispín y San Crispiniano, considerados como los padres de la zapatería, viendo fotos y leyendo historias, se ven con trajes descarriados, como si fuera una obligación este oficio, en vez de ser una profesión de lujo.

Pareciera que es algo genético en el zapatero, que, como se ha dicho, es un genio de la puerta para dentro de sus plantas y un donnadie cuando tiene que mostrarles el producto a los compradores, a quienes pocos les saben llegar.

Los comercializadores de calzado los sometieron a un modelo de negocio injusto… gana el que los distribuye, y les pagan a los fabricantes por cuotas, al si se puede, situación que llevó a la quiebra a quienes llegaron a pensar que después de hacer escuela (obreros), diseñadores, cortadores y soladores, como productores serían ricos. Algunos, pocos, lo fueron y lo son, los demás suspiran con el recuerdo, lamentándose de lo que pudo ser y no fue.

Algunos zapateros lograron fortunas, pero no supieron, ni saben, medirse en sus finanzas, dijo don Milton. Esas millonadas se esfumaron por pensar que eran dueños del mercado, que no habría competencia, y la apertura de mercados los está llevando a ser incompetentes.

La industria de Calzado de Colombia está marchando con medias y sin zapatos, lo cual deberá corregirse. Aún hay tiempo y espacio para enmendar errores y así volver a figurar en los salones donde los zapatos colombianos son atractivos.

Para lograrlo, es necesario aplicar disciplina y legalidad, lo demás se venderá solo, a nivel local, como en los países del área, en Estados Unidos y Europa, entre otros; es un calzado con valores agregados: estilos, colores y lo más bonito… hecho con cuero genuino, no en materiales dizque en imitación cuero, que no existe.

Vamos para adelante zapateros de Colombia, que sí se puede. Crean en lo que saben producir. Lo demás, son promesas de cumbiambera. No esperen nada de quienes prometen lo que no pueden dar.

La mentira es otro enemigo de los zapateros colombianos, quienes se quedarán esperando que los políticos y líderes les den dinero gratis. La mejor manera de demostrar eficiencia es fabricando zapatos a mano, de manera artesanal, apoyados con tecnología básica.

La virtualidad es una guía. Artificialmente es difícil fabricar un excelente calzado.

COLOMBIA LE TIENE UNA SORPRESA A LOS FABRICANTES DE CALZADO DEL MUNDO. VEA LA FÓRMULA EN LA EDICIÓN 186 DEL PERIÓDICO EL PELETERO, QUE CIRCULARÁ EN LA IFLS DE BOGOTÁ.

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